Yo creo que en España hay muchas personas, asociaciones, fundaciones y otras entidades que defienden la propiedad privada, los derechos individuales, que creen en el libre mercado, que son irreductiblemente demócratas; que apuestan por una eficaz justicia distributiva y propugnan un Estado del bienestar que garantice niveles mínimos de equidad; que en su día apoyaron la monarquía parlamentaria por ser fruto del consenso constitucional pero que hoy la ven tan corrompida como inútil, si no perjudicial y dañina; que son creyentes o que entienden la religión como un elemento generador de valores éticos  positivos pero saben que el Estado ha de ser laico;  que quieren la unidad de España, pero que saben solo es posible  y deseable en un Estado plurinacional, federal o federado. Serían estas, las personas de centro derecha, socioliberales, demócratas y abiertos a un régimen federal, laico y republicano.

Esta gente, pienso, es muchísima. Potencialmente millones y creo que, en estos momentos, los que son vascos están en el PNV, los catalanes en las formaciones independentistas y catalanistas de la derecha, algunos en pequeños partidos de carácter autonómico o regional y la mayoría se reparten entre el PSOE y el PP, como simpatizantes, votantes, afiliados o incluso militantes. En el PSOE encajan bastante bien, dada la deriva del partido hacia la derecha desde la “era” Felipista y en el PP, donde puede que anide la mayoría, esperan “el santo advenimiento” de una refundación o el nacimiento de una nueva formación que ofrezca más garantías de las que en su día ofreció Ciudadanos, con el que muchos picaron.

MI impresión es que estas gentes no están cómodas porque no tienen el partido que necesitan. Para ellos el PSOE tiene demasiadas reminiscencias izquierdistas y el PP no se libra de su genética franquista, que lo lleva fatal y reiteradamente a la corrupción política y al extremismo derechista. Efectivamente el PP nunca ha podido deshacerse de Vox, que es la célula portadora del gen franquista: ni cuando lo tuvo dentro ni cuando lo tiene fuera. Y esta tara genética hace al PP inservible para responder con eficiencia y eficacia a los intereses “superiores” del desarrollo económico, de los mercados, de los negocios. Podrá incluso llegar a gobernar, pero seguirá siendo inservible porque romperá el equilibrio social imprescindible para todo progreso y generará un clima permanente de inestabilidad.

Parece que el PP es o fue consciente de este problema y por ello trató de presentar a su nuevo líder, Núñez Feijóo  como el “hombre centrado, moderado, gestor eficiente y refractario a todo extremismo”, capaz de abordar una renovación y regeneración profunda del partido. Pero su gozo en un pozo, poque tampoco Feijóo es capaz deshacerse de Vox. Es más, con la defenestración de Casado, se potenció el peso de la quinta columna de Vox en el PP. Quinta columna que lidera eficazmente Isabel Díaz Ayuso, desde una posición de poder privilegiada, como es Madrid.

El PP no puede ni podrá nunca refundarse en un partido democrático, socioliberal, republicano, laico y federalista porque su estructura genética se lo impide y las instancias,  instituciones, negocios, mercados y gentes que precisen de esta formación política tendrán que crearla ex novo. Y es evidente que D. Alberto Núñez Feijóo  no da la talla para lo uno y mucho menos para lo otro. Es inservible.

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