Parece que en los círculos enteradillos, sobre todo periodísticos, ya se conocían e incluso se comentaban, desde hacía bastante tiempo, las mañas y artimañas de Ferreras. Pero cuando se conoció la gran cagada de Villarejo -muy en el sentido de evacuación tan propio de la cloaca-, todo el mundo se pudo enterar de quien era realmente Ferreras, a quien servía y a qué clase de “periodismo” se dedicaba.

Tan escandalosa, intensa y extensa fue la cosa, que Atresmedia se empleó a fondo, días y días, y horas y horas, en blanquear la figura de su mascarón de proa Antonio García Ferreras. Esto se hizo con el tradicional procedimiento del ventilador. Durante semanas se reprodujeron cientos de veces grabaciones y grabaciones del tal Villarejo, e incluso de otros elementos,  para  “normalizar”, por disolución en el cieno de las cloacas, las grabaciones que atañían a Ferreras y se trató de justificar,  con argumentos inverosímiles, el comportamiento de divulgar noticias falsas a sabiendas de que lo son. Pero la caída de  audiencia de “Al Rojo Vivo” no se consiguió evitar. Sobre todo entre la “clientela progre y de las izquierdas”, para quienes estaba diseñado el programa.

Los tan candorosos e ingenuos como buenas personas pensaron que, tras las vacaciones, Atresmedia aprovecharía la ocasión para deshacerse del bueno de Ferreras discretamente, por el tan manido método del “promovendum ad removendum”. Pero se equivocaron y, “cuando llegó setiembre”, Ferreras volvió y continuó el enredo. Volvió y, además, haciendo lo mismo: el show de la noticia, el espectáculo histriónico de la actualidad, en definitiva, un espacio teatrero preñado de visajes, cebos, aspavientos y muecas que dio, en su día, excelentes resultados.

Solo dos cosas cambiaron en el programa de Ferreras: que ya no cierra “Al Rojo Vivo”, enfáticamente, con aquel  épico, “¡Resistimos!”,  ni con, el hoy a todas luces pretencioso, “¡Más periodismo!”. Esto último sonaría realmente al clásico “sostenella y no enmendalla” o a puro cinismo.

Puedo sospechar y sospecho que, en las mismas entrañas de Atresmedia, habrá “mandos” proclives a deshacerse de Ferreras, por no ser útil ya  para los objetivos pretendidos de  engatusar a una audiencia que se siente de las izquierdas.  Y en esta circunstancia el heroico “¡Resistimos!” tendría mucho más sentido. Mucho más que durante sus “días de vino y rosas”, donde los que tenían que resistir  eran otros, no Ferreras.

En todo caso, es muy posible que, a día de hoy, D. Antonio no precise gritar su resistencia, porque aún  son muy fuertes los anclajes y agarraderas, conseguidos durante sus largos “años de servicio”, y todavía sigue “sintiendo ese perfume embriagador” que despide el beso de su padrino,  en el palco del Bernabeu.

Puede haber más o menos acierto en todo esto, pero lo indiscutible es que Ferreras se está disolviendo y está dejando de ser útil para quien tanto lo fue.

 

 

 

 

 

 

 

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