En “la noche de mis tiempos” los capitostes menos romos del franquismo trataban de romper con el aislamiento del régimen. En el año 1959 lanzaron aquel Plan de Estabilización y en 1962 -concretamente el 9 de febrero- solicitaron formalmente la entrada de España en el Mercado Común Europeo. Se trataba de romper así con la autarquía y con  el aislamiento internacional.

Pero he aquí que, en aquellos tiempos, brotaban en España familias de las derechas con ideas democráticas y liberales y, en consecuencia, antifranquistas que empezaban a sumarse, con más o menos discreción, a la oposición al régimen, que se hacía fundamentalmente desde las izquierdas, mayoritariamente desde el PCE. Eran conservadores, monárquicos liberales, liberales republicanos, democristianos, nacionalistas vascos y catalanes, socialdemócratas y gentes así: de derechas, pero demócratas.

Pues bien, estos grupos o familias políticas de las derechas democráticas, junto con los socialistas del PSOE y bajo el liderazgo moral del político e intelectual coruñés Salvador de Madariaga, participaron en el IV Congreso del Movimiento Europeo  y aprobaron una resolución a favor de la clara democratización de España y su asociación con Europa.

La reacción de Franco fue inmediata y brutal, seguramente al sentir como traición que las derechas, hasta entonces dóciles o tibias en sus críticas, se pronunciaran contra el régimen. El congreso fue “bautizado”, por el periódico falangista “Arriba”, como “El contubernio de Múnich”, sus participantes fueron encarcelados, desterrado o exiliados y hasta llegó a suspenderse por dos años el derecho de libre residencia de todos los españoles. El escándalo en Europa fue tal, que se rechazó de plano cualquier posibilidad de ingreso de España en el Mercado Común.

Estos grupos, partidos o familias de las derechas continuaron, como pudieron, su labor de oposición y, tras la muerte de Franco, en su mayoría se integraron en la UCD con los “reformistas” del régimen para emprender “la transición” y elaborar la Constitución, en lo que jugaron un importante papel, blanqueando a los franquistas reformistas y facilitando la hibernación de la extrema derecha.

Aprobada la Constitución y disuelta la UCD, fueron los reformistas del franquismo los que se hicieron con el control, con Fraga Iribarne a la cabeza, que consumó su dominio fundando el PP y entregándoselo, “sin tutelas ni tutías” a José María Aznar, retoño político del franquismo y militante activo del sindicalismo falangista en sus tiempos universitarios.

Aznar sometió o barrió del mapa político a las organizaciones democráticas de la derecha, salvo a los nacionalistas vascos y catalanes, con los que no pudo; se abrazó a las corrientes más radícales y rampantes del neoliberalismo e hizo del PP la nave nodriza de un amplio abanico de grupos de extrema derecha, de muchos franquistas nostálgicos y de emergentes neofascistas. Elementos que hoy constituyen la extrema derecha española con sus especiales características: Afines al viejo nacionalcatolicismo patrio; herederos y  nostálgicos del franquismo; aferrados a la Corona, como clave del arco que Franco dejó “atado y bien atado”; y adeptos a las doctrinas neoliberales con el fanatismo de los conversos.

Todo esto hace que uno de los problemas de este país sea la nefasta levedad de las derechas democráticas que han sido barridas y no pintan nada. Esto hace que liberales, republicanos, conservadores, democristianos no estén con sus idearios y programas democráticos en la política española y corten  el bacalao elementos tan obtusos como Abascal, Díaz Ayuso, Feijóo, Macarena Olona o gentes así. Como este personal llegue al poder conoceremos, y mucho más de cerca, todas las miserias: la social, la económica, la política, la moral y la cultural. Y, lo que es peor, se quebrará la convivencia y se naturalizará la violencia.  Y esto es lo que me temo.

 

 

 

 

 

 

 

Comparte esta entrada