La España carpetovetónica ha puesto el grito en el cielo porque interpretó la visita de Yolanda a Francisco como un intento  de retomar un camino común como  “compañeros de viaje”. Vista la reacción,  yo pensé: ¿Y…?

Recuerdo que, en una de aquellas “Tertulia de Sabios” en la Cadena SER, en que participaban Miguel Herrero de Miñón, Santiago Carrillo y Pere Portabella, Miguel Herrero puso en valor las coincidencias con Carrillo en gran cantidad de asuntos y trató de hacer trascender aquello  a principios o incluso a convicciones o creencias presuntamente comunes. Carrillo, con su habitual sorna, se percató del barrido para casa y vino a decirle algo así: “Señor Herrero, podremos estar muy de acuerdo en multitud de asuntos de ‘tejas abajo”, pero nunca podremos estarlo de ‘tejas  arriba’”.

Carrillo, uno de los padres del eurocomunismo y de la política de reconciliación nacional, trazó perfectamente el recorrido y los límites para los compañeros de viaje: “de tejas abajo”. La lucha contra la explotación o la injusticia, por la igualdad y la equidad, la defensa radical de los derechos humanos, las libertades públicas, la democracia, los servicios públicos, el control público de la economía y de los bienes esenciales, al emancipación de la mujere  y la lucha contra el sistema patriarcal y así un largo etec, sería el camino que cristianos y comunistas podrían recorrer juntos. Un camino de conveniencia general. Un camino tan largo y complejo que, al no verse su final, pudiera parecer que lo de “compañeros de viaje” sería más bien un “amigos para siempre”.

Pero esto no es así y Carrillo lo clava, con su “de tejas abajo”,  y la teología de la liberación también, al situar su vivencia del cristianismo en la asunción del marco conceptual marxista del “materialismo histórico”, apoyándose en la proclamada por el Concilio Vaticano II “justa autonomía de la realidad terrena”. Otra cosa es “de tejas arriba”, es decir,  el materialismo dialéctico, con el que Marx hace poner los pies en la tierra a Hegel, rechazándose de raíz cualquier tentación del llamado “pensamiento mítico” y con ello las religiones, utilizadas por los explotadores como “opio del pueblo”.

El judaísmo es una religión esencialmente política porque lo básico es en un pacto entre Yahveh y el Pueblo Hebreo: “Si tú eres mi pueblo, yo seré tu Dios”. El Islam es, en cambio, una religión básicamente moral: de sus cinco cosas esenciales, solo una atañe  a la creencia, las demás son meros comportamientos. Pero el cristianismo, y principalmente el catolicismo, es esencialmente una religión dogmática: aquí lo importante es la fe, lo que se cree, lo peor es ser hereje y los malos comportamientos son secundarios y fáciles de resolver con su alambicado sistema de penas y perdones. Por eso, solo en el terreno de los comportamientos colectivos y sociales es posible el viaje en común.

Este carácter dogmático de cristianismo  explica muy  bien las limitaciones del Papa Francisco: puede, por ejemplo,  tolerar, comprender, compadecer, empatizar e incluso hasta cierto punto  apoyar a los homosexuales, o la emancipación e igualdad de la mujer, pero nunca podrá autorizar el sacramento del matrimonio para gais y  lesbianas ni la ordenación sacerdotal de mujeres, porque aquí se toca presuntamente con lo dogmático… y eso es ya “de tejas arriba”.

En todo caso, el camino “de tejas abajo” es arduo, largo, técnica y políticamente complejo y, sobre todo, muy difícil de recorrer en paz, pero conviene a las mayorías sociales, a las llamadas clases medias, a las mujeres y a los hombres, a los trabajadores y trabajadoras y a los sectores más castigados y empobrecidos de la sociedad. Por ello parece muy buen camino para que lo recorran juntos, como compañeros de viaje, los mejores comunistas y los mejores cristianos, y los otros también, hasta donde puedan llegar. Pienso yo.

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