La visita de Yolanda Díaz está dando mucho que hablar, pero yo creo que hay mucho más que reflexionar y que recordar. De momento yo voy a hacerlo un poco; pero aún siendo poco creo que me dará para dos artículos: “YOLANDA Y EL PAPA” y “EL PAPA Y YOLANDA”.

Conviene recordar que, de salida, cristianismo y comunismo se repelían. De hecho la Iglesia excomulgaba  a aquellos que se afiliaban al comunismo. No sé si “late” o “ferendae setentiae”, pero los excomulgaba y no sé si la jerarquía sigue haciéndolo. Y los comunistas, por du parte, rechazaban a los cristianos  la  grito, muy resumido por cierto, de que “la religión es el opio del pueblo”.  En España se llegó a las manos y muy violentamente, de acuerdo con aquello de Pio Baroja de que “aquí siempre andamos detrás de lo curas, unas veces con cirios y otras con estacas” y por la beligerancia y violencia extrema de unos obispos que bendijeron las  armas y llamaron cruzada a la lucha del bando golpista en la guerra civil.

Pero mientras los jerarcas de ambos idearios, desde el Kremlin o el Vaticano, se mantenían radical y altivamente enfrentados, las adoctrinadas bases, sobre todo las más pobres, de comunistas y cristianos, por pura necesidad de supervivencia, no tuvieron más remedio que encontrarse y entenderse, para escandalo y conmoción de los doctrinarios de uno y otro bando.  La cosa sucedió, primero y sobre todo, en la lucha y resistencia contra el fascismo y el nazismo en Europa.  En las partidas clandestinas partisanas de Italia, Francia o Países Bajos cristianos y comunistas cantaron juntos el Bella Ciao, aparcaron sus diferencias primero, debatieron sobre ellas después e inventaron aquel concepto de “compañeros de viaje”. Un viaje que a unos los llevaba al paraíso inmanente de “la sociedad sin clases” y a otros al paraíso trascendente de la “bienaventuranza eterna”. Incluso algunos llegaron a pensar que, en definitiva, la utopía era muy semejante y el paraíso podría ser el mismo.

Pasada la guerra en Europa, se restableció el debate  pero sobrevivió la convivencia, no exenta claro está de enfrentamientos, pero convivencia pacífica e incluso a veces cordial, al fin y al cabo. En España, siempre con retraso, el encuentro se produjo, también en la clandestinidad, durante la larga lucha contra el franquismo.

Una acertadísima metáfora  de lo sucedido en Europa son las novelas de Giovanni Guareschi que nos cuentan, en clave de muy lúcido humor, las andanzas de D. Camilo,  inspirado en el cura partisano Camilo Valota, y D. Pepón, el alcalde comunista: siempre enfrentados en lo accesorio y más cotidiano, pero conviviendo y compartiendo los más transcendente. También es muy significativo que, en el mismo tiempo, pensadores de ambos bandos, teólogos y filósofos, abrieran un diálogo reposado y a fondo, que  ya nunca se quebró, afortunadamente. Diálogo que, también impulsado desde las bases populares, floreció con la teología de la liberación en América Latina, en la segunda mitad de siglo XX.

Pero no hemos de olvidar que el encuentro y la colaboración entre cristianos y comunistas tiene su origen genético en la necesidad y en la experiencia común de lucha contra el fascismo, que es la peor de las tecnolatrías; en la lucha común de los más desfavorecidos por la justicia y la equidad.

Aquí está, por tanto, el contexto y la razón del encuentro entre la comunista, Yolanda Díaz, y el cristiano un pelín peronista, Francisco: justo en un momento en que se está haciendo perentorio volver a coincidir en la lucha  contra el neofascismo  que reverdece y trata de volver al poder. Esto justifica el encuentro ahora y explica muy bien  la aparatosa y violenta reacción,  contra Yolanda y contra el mismo Papa, de las tres derechas españolas: extremas todas y abiertamente fascista una, por lo menos.

Esto es lo que pienso del “encuentro” Yolanda-Francisco. A ver si escribo algo sobre  el “debate” Francisco- Yolanda. Que una cosa  no quita la otra.

 

 

 

 

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