Se ha producido el solsticio frío y gris. Pero, en medio del invierno osco y umbrío, pronto florecerá exuberante el magnolio del jardín.  “El magnolio chino” de hoja caduca.  Sobre sus ramas grises, desnudas de otoño, mil cálices de grandes pétalos, rosados por fuera y de blanco roto por dentro. Es la paradoja del febrerillo loco, que rompe el baile invernal y fúnebre de los escuálidos esqueletos pardos y reemplaza el croma de los oscuros verdes perennes.

El magnolio chino tiene el paso cambiado. Florece desnudo en invierno, se le cae la flor en el ocaso del frío y se recata de verde intenso en primavera. Es un árbol contra corriente, contradictorio y provocador. Rompe nuestro tedio deprimente y es señal inequívoca de que es posible florecer a destiempo.

Habíamos vivido un verano abundante, que se nos antojó y creímos eterno y sostenible. Éramos optimistas y nuestro horizonte era la prosperidad y la hartura. Del otoño solo fuimos capaces de ver la belleza ocre y el encanto melancólico, que ofrece esa cara amable de lo decadente; se nos escapó su mensaje de preámbulo invernal, olvidamos el ciclo de la vida y nos dimos de bruces con el tedio; con sorpresa por nuestra desmemoria.

Agotadas las reservas del estío, nos encontramos con la escasez y, en el horizonte, la prosperidad fue sustituida por la incertidumbre. Nos deprimimos mucho. Los más optimistas o más ilusos emprendieron la búsqueda de brotes verdes con la pretensión de, por lo menos, alargar el otoño, pero no encontraron más que los esqueletos de árboles desnudos, yertos y fríos. Los brotes verdes solo se encuentran en primavera, cuando todo florece.

No nos está quedando más alternativa que buscar árboles capaces de florecer en invierno, contra corriente, enfrentados a la tendencia general, refractarios al pensamiento único y a la política de lo invernalmente correcto. No se trata sólo de resistir, de resignarse y de aguantar. Para superar nuestra general depresión invernal es preciso actuar, enfrentarse, construir a pesar de los pesares y rebelarse contra el frío y contra el tedio.

Rebelarse es florecer. Florecer, como el magnolio que mi amigo Valentín plantó en su huerto y que, cada invierno, llena de luz y de esperanza el entorno umbrío de su jardín.

Qué florezca en el magnolio, la flor de invierno.

 

 

 

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