Yo no sé si, de esta pandemia, la ciudadanía aprenderá algo. Ya veremos. Pero sí me malicio de que la inmensa mayoría de la llamada clase política o, como hace poquito algunos denominaban, “la casta” no  ha aprendido nada. Basta ver, no  a todos pero sí a demasiados dirigentes del país compitiendo como críos (valga esta expresión), o como tontos (valga también) para ver quien sale antes al recreo. Si esto es hacer política, venga Dios y lo vea. Esto es hacer medievales justas y torneos, para ver quien la tiene más larga. Lo prioritario  para estos pintorescos  y patéticos paladines no es resolver de la mejor manera posible el dilema que se nos plantea entre salud pública y economía. Porque sin salud pública no hay economía y viceversa, ya que una catástrofe económica, más a la corta que a la larga, trae consigo inevitablemente  enfermedad y  muerte para gran parte de la población. Y este tremendo dilema siempre es difícil de resolver pero, en el caso de esta pandemia, resulta endiablado porque es global y  se desconocen demasiadas cosas sobre el virus, su comportamiento y sus posible respuestas, por lo que  no hay más remedio que avanzar con tacto y prudencia, acompañados de lo que la ciencia pueda saber y mediante el método prueba-error-acierto.  Y ante tan compleja y arriesgada situación, ahí tenemos  a conspicuos prebostes y dignatarios del país dedicados compulsivamente a la propaganda política engañosa, al postureo público, a extender bulos y noticias falsas, a la promoción y maquillaje  de su imagen y a preparar ladinos y taimados ajustes de cuentas, para echarse las culpas, entre ellos, hasta de la lluvia que cae. La ciudadanía debiera prepararse para correr a gorrazos democráticos a toda esta patulea de indeseables e indocumentados, que se han hecho profesionales, no de la política, sino de la politiquería y del sectarismo partidista, solo para encaramarse al poder y sacar tajada, su propia tajada.

La ciencia, en cambio, no deja de advertir y de llamar a la prudencia. Margarita del Val, desde el  CSIC avisa, por ejemplo, de que “hay muchos casos activos todavía. Hay muchos más que antes de que se declarase el estado de alarma. Muchísimos más. 10 o 15 veces más”. Alerta de  “una segunda ola incluso antes del verano” si ahora “nos lanzamos a la vida normal” por lo que ha advertido de que “deberíamos tener mucho cuidado”. Asegura Del Val  que el plan de desescalada es  necesario, pero ha de hacerse con prudencia absoluta porque “cualquier desliz de cualquiera de nosotros puede tener efectos multiplicativos”. “Montamos una juerga de 50 amigos y como haya solo un caso a lo mejor hemos creado una cadena de contagios que llega a gente muy vulnerable”. “Tenemos muchas ganas de disfrutar un poco de esta normalidad, pero si exageramos tendremos una vuelta atrás que nos va a sentar como un tiro”. Ha explicado  también que todavía somos muchísimos los vulnerables “lo  que determina que el virus siga transmitiéndose y expandiéndose durante el verano”. Y puso como ejemplo de este peligro lo sucedido con la gripe A en 2009: “Durante todo aquel verano el virus se estuvo expandiendo muchísimo”. 

Pues con este panorama, aviados estamos como se imponga la politiquería y el sectarismo partidista que  florece esta primavera. Estas sí serían genuinas “flores del mal”.

La foto de LILA, que recoge la entrega de los premios del Palio de Siena, puede servirnos para evocar aquellas  justas y torneos, que nuestros politicastros hoy remedan.

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