Ante el fondo ruin y la forma preñada de vileza de los debates entre aquellos que dicen representarnos cuando discuten en las instituciones, en los medios y en las redes, nos gustaría gritar: ¡No nos representan! Y ojalá no nos representaran, porque puede ser que, con este tipo de ignominiosos comportamientos, nos estemos encanallando. Unos más y otros menos, pero algo todos.
La corrupción nos pudre; la precariedad nos degrada; la insidia y la mentira, como armas políticas usuales, nos envilecen; la violencia nos vuelve agresivos. De la misma forma que la honorabilidad nos ennoblece; la solidaridad nos dignifica; o la verdad nos hace libres. Es lícito que nos preguntemos, pues, qué es lo que se practica, se impulsa y se estimula desde los poderes públicos y qué es lo que se acepta, se asume o se demanda desde las entrañas de la ciudadanía.
¿Aceptamos y tragamos ese pensamiento gaseoso y esa argumentación líquida y banal que escapa de los datos, de los hechos objetivos, de la búsqueda del bien público y de la razón ilustrada? En la medida en que esto sea así, nos estamos encanallando. ¿Descansan nuestras tomas de posición únicamente en sentimientos mezquinos, en prejuicios, en intereses espurios o, preferentemente, en meros impulsos emocionales inducidos por fanatismos dogmáticos? En la medida en que esto sea así, nos estamos encanallando.
Si el encanallamiento y la vileza impregnan nuestras acciones, orientan nuestras decisiones y toman cuerpo en nuestras leyes y normas, el punto de llegada no puede ser otro que el derrumbe, siempre violento, de nuestro sistema de vida.
Cuando la ciudadanía se moviliza y lucha por causas justas y coloca en el horizonte colectivo utopías nobles, -que no quimeras-cuando descubre la desnudez del rey, controla el poder de los prebostes e impulsa el saneamiento y limpieza de sus instituciones, entonces cabe la esperanza, se gana dignidad y es alcanzable en nuestro horizonte vital un mínimo bienestar colectivo.
Son, éstos, tiempos líquidos y sería muy sano que nos preguntáramos, con honestidad, si los españolitos no nos estaremos encanallando, como nos ha sucedido tantas veces.