La victoria electoral de Feijoo fue pírrica. Insuficiente y deficitaria con respecto a las perspectivas, augurios y vaticinios. Por eso aquella noche en el balcón de Génova-13 (Mal número) compareció la desdicha. Dicen que el éxito tiene muchos padres y amigos y el fracaso es huérfano y se queda solo pero, visto lo visto, también hay éxitos que se quedan solos y desamparados, cuando son pírricos, escasos o deficientes. Los padres del éxito pírrico y del fracaso son desconocidos.

Es por eso que, ahora, tras su desdicha, los esfuerzos de Feijoo se dirigen a buscar, si no amigos, por lo menos aliados, condescendientes cómplices, acólitos o incluso tránsfugas colaboracionistas. Lo que sea para no quedarse solo.

Contra la desdicha el desdicho: El “donde dije digo digo diego” para soterrar agravios, atraer socios, comprar voluntades, buscar cómplices y echar pelillos a la mar. Esto lo viene practicando D. Alberto, un día sí y otro también, con Vox su hijo pródigo, a base de comprarlo por un plato de lentejas en Castilla y León, por migas extremeñas o por una  paella valenciana.  Pero aún así no llega porque para España se necesita ser “mucho más que dos”. Por eso ahora el desdicho se dirige al mismo diablo: independentistas, nacionalistas o críticos y disidentes de quien sea.

Y si esto no es suficiente, como se está viendo, entonces se recurre al “mercado negro”, tal como se empieza a insinuar, sugerir y apuntar desde conspicuos portavoces y voceros del aparato de la desdicha. A la caza del venal.

De suceder tal cosa, en este grado y a este nivel, la catástrofe democrática será un hecho. Pero en el corazón descerebrado de los desdichados se alberga la esperanza de que las tragaderas del personal sean infinitas y se espera que todo lo más que suceda sea que la RAE admita, por fin, en su diccionario la palabra “tamayazo” por su uso naturalizado por la desdicha.

Y la desdicha será de todas y todos.

 

 

 

 

 

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