Nuestra Constitución no es la túnica inconsútil de la democracia española. Es un traje confeccionado, con múltiples costuras, a medida de un cuerpo social y político de hace cincuenta años. Hoy ese cuerpo social y político ha crecido, engordado y ganado músculo y, como el traje no fue hecho “para as medras”, muchas de las costuras se resienten y están abiertas o a punto de abrirse. Así que cada día está más claro que, o se arregla pronto y a fondo la prenda, o habrá que tirarla y confeccionar una nueva.

Bastaría con comprobar la ausencia clamorosa, en las disposiciones y en la mismísima redacción textual de la Constitución, de un nuevo y vigoroso sujeto y agente, social y político: la mujer. Quizá, y entre otras cosas, porque la Constitución no tuvo madres, solo padres. Las mujeres con su realidad, sus problemas y sus derechos específicos, no están en el texto constitucional. Prácticamente ni se las nombra. Todo lo más estarían implícitas, tácitas. “Las mujeres cállense en las asambleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la Ley”. Muy paulina nuestra Constitución. Una costura reventada ya.

Pero hay muchos otros cosidos que se deshilachan. Por ejemplo, el Título VIIIº no aguanta la realidad territorial del país. Urkullu ha propuesto una “Convención Constitucional para una reinterpretación de la Carta Magna que asuma el reconocimiento plurinacional del Estado”. En realidad se trata de una reforma constitucional, pura y dura, porque tampoco el dobladillo de esta costura, eternamente abierta, da “para as medras”. Descosidos permanentes en Galicia, Catalunya, Euzkadi o Nafarroa. Éstos por lo menos. Ya no hay “café para todos”. Esto también “se acabó”.

Y hay muchos más cosidos reventones que ya no pueden cubrir nuestra realidad política, social, económica, tecnológica, cultural y ético-jurídica.  Una Constitución que no contempla realidades, nuevos derechos y deberes derivados, por ejemplo, del impacto ético y social de la gran y acelerada revolución tecnológica, que vivimos, o de las ya tangibles consecuencias del cambio climático. O asuntos clave que nunca se resolvieron y ni siquiera se abordaron: como una imprescindible reforma del Poder Judicial, hoy ya prácticamente sometido a veleidades partidistas; como la superación definitiva del nacionalcatolicismo larvado, estableciendo con nitidez la laicidad del Estado; o como alcanzar una resolución democrática pendiente sobre una monarquía otorgada, que se está utilizando a fondo, como nudo gordiano de aquel “atado y bien atado” de marras.

Esta realidad, creo, está ebullendo en las entrañas de la sociedad española como en una olla cada vez a más presión. Po la espita sale el vapor con fuerza creciente. La propuesta de Urkullo lo muestra. Pero también otras, como la idea de Yolanda Díaz de pensar en un programa para “un periodo de diez años”, que posibilite abrir el debate sobre cambios de fondo en el país.

Hasta las derechas extremas lo ven venir. Por eso  los gurúes y los subrepticios estrategas al servicio de  Isabel Díaz Ayuso, han puesto en boca de la verdadera líder del PP un grito de alarma: “Cada vez estamos más cerca de una república federal, laica y plurinacional”. Alarma que, por cierto, ha tenido significativa respuesta en las redes: “¿Dónde hay que firmar?” respondieron con humor los pretendidamente alarmados.

Yo creo que este debe y va a ser el debate político cardinal de los próximos tiempos, si no queremos que explote la olla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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