Margarita Robles, la Ministra de Defensa, ha dirigido una felicitación oficial y pública a La Legión en el centenario de su fundación. Algo normal y obligado, si no fuera porque toda la perorata ministerial se redujo al mero halago exagerado e hiperbólico, tratando de disimular, sin éxito, el valor pura y meramente protocolario de esta celebración que, por cierto, en la sociedad española no produjo  frio ni calor.

Pero, es verdad, que los políticos españoles, sean del signo que sean, cuando se dirigen a los ejércitos o hablan en público de ellos, solo saben halagarlos exageradamente, como haciéndoles la pelota. No suelen analizar seriamente el trabajo realizado, las perspectivas de futuro, el valor real de su aportación o los cambios que convendría realizar entre estos funcionarios el Estado. Solo los ensalzan, encumbran, halagan y vitorean exageradamente, hasta el punto de que acaban banalizando  “vivas” y ditirambos. Luego, para acabar de cagarla, los echan cuando no sirven y les pagan lo que les pagan. Es decir, que nadie se cree tanta historia.

Conviene recordar, ya que estamos, que La Legión Española la demandó e impulsó Millan Astray, en el marco de las guerras coloniales hace cien años. El oficial español se inspiró en la Legion Francesa y trato de infundirle su mismo “sprit de corps”: esa siempre presuntamente alta moral corporativa de la que también hacen gala nuestros legionarios. Aparte de participar en misiones de paz más modernas de carácter internacional auspiciadas por la ONU, a la que ahora son destinados como otros cuerpos militares, las  grandes operaciones en que participó la Legión fueron: la guerra de Marruecos, que acabó como acabó; la represión salvaje de los mineros y trabajadores asturianos en el año 1934; el apoyo total al golpe de Estado de Franco y la participación en la guerra civil del lado de los insurrectos; o la batalla del Ifni, la última guerra de Franco. Estuvo también presente en las escaramuzas con Marruecos por lo del Sahara y vigiló el proceso de abandono, más que descolonización.

Ese épico “sprit de corps” de la Legión suele expresarse con el grito “¡A mí  la Legión!” o catando “Soy el novio de la muerte”. Por los demás, la Legión destaca hoy, sobre todo, por esas manifestaciones épicas y por sus pintorescos desfiles a paso ligero con coreografías, muy próximas a las de las majjorettes, apoyadas por pasodobles zarzueleros y militares, popularmente muy reconocibles.

Posiblemente la Legión es unos de los cuerpos de las fuerzas armadas españolas que más necesitaría de una reflexión sobre su sentido actual y de la aplicación de profundas reformas para adaptarlo a las exigencias del siglo XXI. Y de esto debiera haber hablado también Margarita Robles pero no lo hizo. No sabemos si fue por aquello que decía Castelao de los militares españoles, que “son o medo que mete medo”.

Cien años de noviazgo con  la muerte, ya son suficientes. ¡Que se casen y que se besen! Sería lo más normal.

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