Allá por los años  sesenta del pasado siglo, murió en Egipto Abd el-Krim, el líder rifeño que infirió al ejército español una de sus más vergonzosas derrotas: el llamado Desastre de Annual, del que estos días (22 de julio-9 de agosto) se cumplen cien años.

Nada que conmemorar, es decir, nada que celebrar.  Pero sí mucho, muchísimo que rememorar, que recordar; mucho que aprender y, todavía hoy, bastante que depurar seguramente en nuestras fuerzas armadas y cuerpos de seguridad.

Mi padre estuvo en el Desastre de Annual. Era uno de los miles de soldaditos de reemplazo  que no tenían la posibilidad de “librar” por no poder pagarse el ser “soldados de cuota” y que tuvieron la mala suerte de que les “tocara para África”. Suerte completamente distinta a la de los oficiales, que se pirraban por ir para ascender rápido por “méritos de guerra” como le pasó, sin ir más lejos, a Franco que llegó a general a los treinta y pocos años, y a un buen grupo de oficiales, conocidos como los africanistas. Serían pronto los organizadores del golpe de estado contra la democracia española, contra la República, y los causantes de la guerra civil.

Recuerdo que cuando murió Abd el-Krim yo pregunté a mi padre por sus impresiones de aquellos duros tres años, de los que poco hablaba. Recuerdo que me sorprendió el buen concepto que tenía de Abd el-Krim y, en general de “los moros”, a pesar de ser “el enemigo”. Los consideraba valientes, que se enfrentaban a un ejército superior y que defendían su tierra. En cambio, echaba pestes sobre la corrupción de los mandos militares españoles, a los que señalaba como elementos corruptos que hacían negocio con los suministros a costa de un muy precario avituallamiento de los “soldaditos” que allí cayeron por miles. “Los oficiales comían, vestían y vivían como señores – contaba- y los soldados con rancho de hambre y en alpargatas”. ¡Vaya moral la de aquellas tropas! Annual había sido un desastre en todos los sentidos. Nunca percibí en mi padre orgullo de combatiente.

La victoria de Abd el-Krim  le permitió fundar la República del Rif, que solo fue vencida cuando intervinieron los franceses en 1926.

Probablemente la maldición de Annual y, en general, la peor herencia de las guerras coloniales en Marruecos, hayan sido los llamados “militares africanistas” que dieron un golpe de Estado y acabaron masacrando españoles, a miles, en la guerra civil. Militares que  ascendieron rápido por méritos, más que de gerra, de escaramuza que, además, solían perder y, en muchos casos como el de Annual, deshonrosamente.  Este grupo de altos oficiales africanistas, cuya única “victoria” en su carrera fue contra su propio pueblo al que traicionaron, logró, sin ninguna duda, marcar e “imprimir su carácter” a nuestras fuerzas armadas y de seguridad a lo largo de los cuarenta años de franquismo. La gran maldición de Annual.

Hoy, a cien años de Annual, a ochenta y cinco del golpe de 1936 y a cuarenta del 23-F podemos y debemos preguntarnos hasta qué punto y en qué grado subsisten en nuestras fuerzas armadas el pelo de la dehesa africanista del 21, el hedor franquista del 36 y el tufo golpista del 81.

El reciente ruido de sables fláccidos de militarotes en la reserva, las cartas al Rey,  como su capitán general, de nostálgicos del franquismo, las amenazas desmesuradas y quiméricas, pero públicas, de fusilamientos masivos y, sobre todo, el silencio ominoso del mando militar y casi siempre del Gobierno ante estos exabruptos y el hecho de que esta carcundia cuente hoy con su expresión política en Vox, hace imprescindible la depuración definitiva de los residuos tóxicos, africanistas y franquistas, que queden en nuestras fuerzas armadas y de seguridad.

A mi me parece esto una cuestión de bienestar y de salud pública política

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