Aquel atrabiliario “tamayazo” del año 2003 convirtió a Madrid en una gran charca,  donde Esperanza Aguirre se dedicó, durante años, a la cría de ranas. Ahora es Isabel Díaz Ayuso, Presidenta de Madrid, la que parece llamada a ser la última rana de toda una generación de batracios, protagonistas de la descomposición orgánica del primer partido de la derecha española.

Observadas las reacciones, usos y costumbres de los dirigentes populares, cuando sus conmilitones son cazados con las manos en la masa y pasan del “ Luís resiste ” a “esas personas de las que usted me habla”, se puede augurar que, muy pronto, sus propios compañeros van a despellejar viva a la última rana.

Eso le pasó a todos, desde Bárcenas a Cristina Cifuentes pasando por Ignacio González, Rodrigo Rato y un largo etc. De momento ya sabemos, por ejemplo,  que, cuando su ángel de la guarda, Marcelo, abandonó a Jorge Fernández Díaz y el ministro la cagó, Casado no estaba allí, solo era diputado por  Ávila;  o que, cuando ya no se podían negar las cajas B y las mordidas,  Esperanza Aguirre, fíjate tú, proclamó urbi et orbi aquello de:  “Yo destapé la trama Gürtel”.

Ayuso tiene, a estas alturas, toda la pinta de una cabeza de turco, de un chivo expiatorio sobre el que cargar culpas y penas, cuando ya deje de servir para algo. No olvidemos que el sálvese quien pueda, la ley de la selva y el darwinismo caníbal marcan siempre los últimos espasmos agónicos de toda trama corrupta.

Isabel Díaz Ayuso haría muy bien en no sentarse nunca de espaldas a la puerta, en protegerse y en poner a buen recaudo toda la documentación sensible que pueda, por si tiene que utilizarla en defensa propia.

La última rana de Esperanza Aguirre está a punto de caramelo.

Comparte esta entrada