Dicen que Franco a alguien dijo, con descomunal cinismo: “Haga como yo, amigo mío, no se meta en política”. Se non è vero, è ben trovato. Efectivamente, en el franquismo, como en todas las dictaduras, se disuade al personal de implicarse en política. “¡No te metas!”: en el sentido de entrometerse, de inmiscuirse en asuntos ajenos que no te incumben y de los que, por lo tanto, puedes salir “trasquilado” y pagarlo caro. “No te signifiques”, también aconsejaban. Era ver la política como algo negativo, no conveniente y peligroso. Y efectivamente lo era, y mucho, salvo que te sometieras, apoyaras y adularas. Se desprestigiaba así la política en general para evitar la oposición. Porque el autócrata o el reaccionario entiende la actividad política como un patrimonio, como un espacio exclusivamente suyo, de su propiedad. Por la gracia de Dios o por ley natural.

El desprestigio de la política, como tal, y de las instituciones democráticas es, por tanto, un arma de la reacción, de la derecha extrema y de las dictaduras. Siempre es así. Se utiliza todo: la crispación, el bulo, la mentira, la descalificación global, la insidia y la farsa.  Siempre es así. Por eso es coherente para la extrema derecha montar el esperpento de una moción de censura a escasos meses de unas elecciones generales, sin posibilidad alguna de ganarla.  VOX, asume y promueve, sin complejos ni pudor, esta operación grotesca y estrafalaria en el fondo y en la forma. La utilización y manipulación del Sr. Tamames es una buena prueba de ello. Se busca así el desprestigio de las instituciones democráticas y la implicación de organismos, formaciones políticas y personas, para su deterioro y descrédito. Implicación obligada porque se utiliza descaradamente un auténtico “fraude de ley”, la utilización aviesa de la propia Constitución.

El verdadero sentido político de esta OPERACIÓN ESPERPENTO no es, pues, cambiar un Gobierno, ni siquiera desgastarlo. No es tampoco una mera estratagema electoral, sino que se trata de lanzar un torpedo a la línea de flotación de la democracia española. Por eso resulta tan significativa como preocupante la taimada posición, que anuncia el Sr. Feijóo, de ponerse de perfil, de mirar para otro lado, de abstenerse en la votación, cuando lo que se pone en almoneda es el crédito y la supervivencia misma de la democracia.

Con este esperpento nadie ganará nada. Ni los partidos, ni las instituciones, ni la democracia y, por supuesto, tampoco la ciudadanía. Quizá el único que gane algo, efímero y baladí, sea el propio D. Ramón Tamames, que podría vivir su esperpéntico minuto de gloria, como un epílogo presuntamente glorioso de su carrera, que daría satisfacción a una posible desmesurada autoestima o senil vanidad. Pero puede que ni siquiera esto, porque suele suceder que las farsas acaben en fiasco.

Yo lo percibo así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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