El día de los Inocentes es una conmemoración inquietante. Como cuenta Mateo, Yahvé “se aparece en sueños” a José y le avisa de que Herodes está buscando a su hijo para matarlo y que debe huir. José no se lo piensa dos veces y, en la oscuridad de la noche, con el niño y su madre, escapa a Egipto. Herodes, burlado, ordena matar a todos los niños menores de dos años. Esto es lo que hoy se conmemora.

No es único ni nuevo el episodio. También en la tradición hindú, cuando nace Krishná, como encarnación de Vishnú, el rey Kamsá de Mathura, al no saber el paradero del recién nacido que había huido a Vrindávan, ordena igualmente una matanza de kumaras, los hijos de Devaki y Vasudeva.

Se celebra este día con bromas e inocentadas que pueden hacer referencia a la burla de que fueron objeto Herodes o Kamsá, pero más parece que pretendan desviar la atención de la gratuita y alevosa crueldad de los designios divinos.

Saramago, impresionado por el relato de Mateo, capta lo avieso e inicuo de esta historia y nos cuenta, en su “Evangelio según Jesucristo”, que José nunca pudo superar el trauma y el remordimiento por su actitud y la decisión tomada aquella noche de la huida. José recibe el aviso de Yahvé y, en lugar de avisar a sus vecinos de lo que se les venía encima, opta por salvarse él y los suyos, dejando a los demás en la estacada con tan sangriento resultado. La traumática desazón y mala conciencia de José por su cobardía, lejos de superarse con el tiempo, la hereda su propio hijo Jesús y, según Saramago, marcará para siempre su vida y su pensamiento con la angustia y el remordimiento.

Los altos e inescrutables designios de los poderosos se cumplen, muchas veces, al precio de sembrar el campo de cadáveres de inocentes, con la complicidad de los privilegiados y la cobardía de los protegidos, que callan, no avisan y miran para otro lado. Esto es una trágica constante en la historia de la humanidad. Hoy son millones los inocentes que están pagando el pato de decisiones criminales y de silencios interesados, cobardes y cómplices.

Yahvé interviene para salvar a un niño de sus perseguidores, pero no lo hace para evitar la muerte violenta de todos los demás, que eran ajenos al conflicto. Más aún, a ese mismo niño lo dejará morir  ajusticiado más adelante, desoyendo incluso el grito desgarrador del inocente: “¡Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” Dios es, pues, un intervencionista, al tiempo arbitrario y selectivo, en función de intereses, que se predican más altos y misteriosos. Vienen a ser esas llamadas “razones de Estado” que justifican tantas matanzas y tropelías perpetradas desde el poder,  presentadas como inevitables o reconocidas como daños colaterales de acciones y decisiones presuntamente necesarias.

También, como se ve, funciona en la política divina la información privilegiada, que avisa al partidario o protegido de lo que va a pasar, para orientarlo en sus decisiones y ofrecerle una oportunidad que se niega a todos los demás. Información exclusiva que sitúa al beneficiario en injusta ventaja para salvarse de la quema o aprovecharse de la situación.

Nada nuevo bajo el sol. La intervención arbitraria, la información privilegiada y la complicidad interesada o el silencio cobarde están hoy en el origen de todas las burbujas que explotan y en la base de todas las pirámides que se derrumban, para escarnio y desgracia de tantos inocentes.

¡Cuan parecidos son los dioses a los hombres! Lo que viene a demostrar que son los dioses los que han sido y son creados por nosotros, a nuestra patética imagen y semejanza.

 

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