Nos despedimos en el Bar de Nely. Ella tomó un té y yo un gin-tonic. Había venido a Galicia desde su país, Marruecos, a no sé qué evento. Es profesora de enseñanza media, culta, viajada y feminista, probablemente cercana a las tesis que desarrolló, en su día, Fatima Mernissi. Esa impresión me dio. En todo caso, la señora no tiene pelos en la lengua. Era la primera vez que visitaba Galicia y le pregunté qué era lo que más la había impresionado. “En positivo, el paisaje”, me contestó, e hizo un  canto a tener la fortuna de vivir en un entorno y en un clima como éste. “Y en negativo? “, pregunté. Y en esta respuesta se extendió lo suyo, lo que, a mi juicio demostraba su interés por el asunto.

“En negativo – dijo- me impresionó ver que en Galicia no hay niños. Llevo la tremenda sensación de que puede haber más perros que niños. Muchos ancianos, pocos niños y muchos perros. Al contrario que en mi país donde hay muchos niños y jóvenes, menos ancianos y muy pocos perros”.

Le confirmé que, efectivamente, Galicia tenía un gravísimo problema demográfico, al que no somos capaces de dar respuesta. Me preguntó si este proceso de envejecimiento acelerado es en Galicia, como parece ser en otros pueblos de Europa, de muy difícil reversibilidad y le contesté que, honestamente, no lo sabría decir. Y entonces hizo algo así como un vaticinio:

“Galicia y Europa pueden hacer dos cosas: O cerrar sus fronteras a emigrantes y refugiados, aguantando la presión el mayor tiempo posible o abrirlas decidida y ordenadamente, utilizando la inmigración también como una forma de rejuvenecimiento demográfico. Con la primera posibilidad Europa aguantará permeabilizada no se sabe cuantos años, pero históricamente pocos, y al final será invadida cuando esté muy envejecida y sus tradiciones, su cultura y su relato histórico serán sustituidos. Morirán con sus ancianos. En el segundo caso, la llegada de inmigrantes y refugiados actuará como un injerto que, es verdad, hará florecer nuevas y distintas ramas, pero conservará las propias y se fortalecerá un tronco que será común y, sobre todo, joven y vivo”.

Y, ¡ojo! que la cosa no se arregla matando perros. Y esto lo digo yo, que conozco el percal de los que nos han gobernado en este viejo y verde país y sé de sus luminosas ocurrencias.

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