El noble y conmovedor abrazo de LUNA REYES a un muchacho doliente y destrozado por el dolor, del que no conocemos ni su nombre, está dando la vuelta al mundo y debiera dar un par de vueltas a nuestras conciencias.
La primera nota del trabajo de LUNA es la excelencia. Como trabajadora social, servidora pública, agente de la solidaridad y profesional de los cuidados ha mostrado un muy alto grado de eficiencia y eficacia, manejando con evidente habilidad herramientas propias de su noble profesión como la empatía, la solidaridad, la destreza en la respuesta al dolor y a la tragedia y el sentido de la oportunidad. Es muy razonable que su padre haya manifestado su orgullo por la dignidad y profesionalidad de su hija. Todos podemos estar orgullosos.
Acciones y comportamientos nobles en el carajal de Tarajal, como el de Luna, menudearon y los hemos visto en otros profesionales de la seguridad, la defensa o los cuidados. Imágenes de soldados, guardia civiles y voluntarios pudimos verlas en muchos medios. Pero solo la imagen de Luna fue objeto de ataques deleznables y viles por parte de energúmenos descerebrados y envalentonados. Es evidente que el hecho de ser mujer, civil y voluntaria en una organización de solidaridad ha estimulado la vileza.
Este personal, que trata de apagar la luz de Luna, tiene sus “ideólogos” y “creativos”, que anidan principalmente en la FAES y sus alrededores. Son los que, tras su derrota electoral de 2004, castigados por llevarnos a la guerra y ultrajarnos con la mentira, decidieron combatir, desprestigiar y devaluar los principios y valores que, en el fondo, los habían derrotado y apartado del poder: La verdad, la solidaridad, la empatía con los más débiles, la fuerza de la ternura, la bonhomía, la igualdad, el sentido comunitario o la irrenunciable defensa de la vida, de la paz y de los derechos humanos. Para ello inventaron y acuñaron el término “buenismo”. Con ello tratan de desvirtuar, es decir, de quitar fuerza a estos valores tachándolos de ingénuos, inútiles en política y propios de idealistas y soñadores, que o son bobalicones o son hipócritas. Aquellos que aplaudieron con entusiasmo nuestra implicación en la guerra de Irak y trataron de engañarnos con la autoría de los atentados del 11-M, ya tenían un saco donde meter a todos sus enemigos: el buenismo.
El buenismo es el enemigo a desprestigiar y batir porque ellos necesitan un clima social y político totalmente opuesto. Necesitan una sociedad encanallada, envilecida, donde encaje la corrupción, donde prevalezca, sobre la fuerza de la razón, la razón de la violencia; sobre la verdad, la mentira y el engaño; sobre el servicio público, el negocio privado; sobre lo candoroso, lo artero; sobre la ley, el privilegio; sobre la mujer, el macho y el patriarca. Es lo que podríamos denominar el “canallismo” o el “hijoputismo”.
Es, desde estas doctrinas viles y canallescas, desde donde se intentó la infamia contra una mujer joven y sensible, que desempeñaba su tarea y su trabajo con dignidad, valentía y excelencia. Intento fallido y abortado por la reacción inmediata y masiva de una ciudadanía sensible, solidaria, activa y decidida. Es decir, buenista. No conseguirán nunca apagar la luz de Luna y es por ello.