Esta crisis económica es de raíz sanitaria mientras que la anterior era económica per se. Eso tiene sus diferencias. Por ejemplo, en la anterior se vendió más lotería de navidad que nunca. Previsible, porque cuanto más se cierra la vía del trabajo y del esfuerzo personal para ganarse la vida, más se recurre al azar. En esta crisis, en cambio, dicen que bajará la venta de lotería navideña. A saber. En todo caso, la lotería pública no es más que un sistema de recaudación legal, que capta dinero de muchos, en su mayoría pobres o modestos, para luego dar parte de ese dinero a muy pocos y hacerlos ricos, dejando al azar que señale a los privilegiados. Todos consentimos esta evidente injusticia a cambio de la tenue esperanza de que los afortunados seamos nosotros algún día. El juego privado es simplemente un negocio que especula con el azar, la esperanza, los sueños y la salud.

La pulsión del ser humano por controlar los acontecimientos, dominando precisamente lo aleatorio  y lo azaroso, combinada con nuestra codicia y, en muchos casos, con la imposibilidad de cubrir nuestras necesidades con el esfuerzo y el trabajo, estimulan la práctica de los juegos de azar, que llegan a convertirse en un gran negocio para unos, en pérdidas para la mayoría y en adición patológica para algunos.

El día 22 habrá algunos millonarios nuevos y la inmensa mayoría habrá perdido, seguirá en su modesta posición o será aún más pobre. Pero a nadie se echará la culpa de ello. Solo a la suerte, que nadie conoce y menos domina, se atribuirá el desigual e injusto resultado del juego. Y este año, con la que está cayendo, decir que el día 23 es el día de la salud sonará a sarcasmo cruel.

El juego de la lotería y su procedimiento casan perfectamente con el sistema que nos hemos inventado, donde la riqueza se obtiene siempre por el reparto injusto de los bienes, que se producen con el esfuerzo de la  mayoría pero que acaban siendo propiedad, uso y disfrute de una minoría, a la que llamamos “Los-de-siempre”.

Ya lo dijo Cristo: “Siempre habrá pobres entre vosotros”, lo que ha valido para legitimar el derroche y que sean muchos los que creen la riqueza pero que sólo cuatro la posean y la gocen. Pero de esto no se puede culpar ni al azar ni a Dios, aunque lo haya dicho Cristo, que vete tú a saber.

La lotería es un juego del azar, la necesidad y la codicia. Un juego diabólico en el que todos acabamos participando. Me parece.

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