Nada más abrirse la mesa de diálogo entre los gobiernos de España y Cataluña, el mapa del debate y, en su caso, de la confrontación varió. Los diversos contendientes se realinean, los intereses de unos y otros se resituan y aparecen nuevas y distintas confluencias y discrepancias. La razón está en el hecho de establecer un diálogo político entre gobiernos, pero también en cambiar el contenido del debate y de los acuerdos y desacuerdos posibles.  Si el debate fuese simplemente el más arcaico, independencia sí o no, los posicionamientos serían exactamente los mismos de siempre y nada bajo el sol cambiaría. Pero, abierta la mesa y reconocido el problema político, ya no se discute únicamente la posibilidad de independencia, sino que se asume la discrepancia y se busca una gestión acordada de la interdependencia. Con independencia o sin ella, siempre habrá interdependencia y siempre debe haber espacio de soberanía. Y esto es lo que hay que resolver.

Es por esto por lo que ahora los bandos esenciales son otros. De un lado están los que buscan la solución de la inevitable interdependencia y del otro los que entienden que sólo hay que resolver si ha de haber o no independencia. En el primer bando están los partidos del Gobierno y de la Generalitat y todos los partidarios de buscar una salida política dialogada y acordada. En el otro bando están, objetivamente, la derecha independentista y la izquierda radical catalanas junto con  la derecha y extrema derecha españolas, que coinciden en que el diálogo político no cabe, porque es inútil o es una traición a los sagrados principio que defienden. Para estos la confrontación es inevitable y  solo cabe una solución real: el triunfo y la imposición de unos y la derrota y sumisión de otros.

Por eso Carles Puigdemont, Laura Borrás, Carles Riera, Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal coinciden y se confrontan con Pedro Sánchez, Pere Aragones, Ada Colau, Iñigo Urkullo, Yolanda Díaz y, en general, con todos los partidos y gentes que están por el diálogo y la negociación. Lo que confirma aquello de los “extraños compañeros de cama”.

Los partidarios de la confrontación se manifiestan especialmente tensos y agresivos.  Y tienen razones para ello, porque saben que la salida política al conflicto hispano-catalán traerá inevitablemente reformas de calado que alcanzarán a la propia Constitución. Independencia no habrá, pero cambios en la articulación de la convivencia entre los pueblos y naciones de España y una reforma constitucional a fondo, es seguro si hay acuerdo; y eso es lo que resulta intragable para el nacionalismo español y para el nacionalismo catalán y, por ello, ante la mesa de diálogo son “compañeros de cama” pero no tan extraños me parece.  Yo lo veo así

Comparte esta entrada