Por estas fechas, hace un año, el “mercenariado mediático” ocupaba paginas de los periódicos y empleaba minutos y minutos de radio y TV en explicarnos como el personal encaraba y sufría esa nueva y molesta enfermedad denominada  “sídrome post-vacacional”. Era el daño presuntamente patológico que producía en nuestra “psique” y en nuestro “body” la vuelta a casa después de unas largas y duras vacaciones. Hoy, como para desternillarse de risa, pero entonces tenía su aquel. En el fondo era el mismo mensaje que los poderes económicos y fácticos neoliberales lanzaban a la población a través de su otro tan ilustre portavoz mercenario, José María Aznar: “España va bien”, proclamaba. Justo cuando el propio Aznar estaba inflando la gran burbuja  del suelo y del ladrillo que haría mucho más dañina, para los españoles, la crisis global del 2008. España iba bien…,para algunos, pero pocos.

La recuperación de la crisis al grito de “¡volvemos a crecer! se hizo a costa de abandonar y  de hundir en el paro, la precariedad, la desigualdad o la pobreza a millones de españoles, al tiempo que se rescataba con miles de millones de euros de dinero público a todo el sistema bancario y financiero del país. Otra vez se hizo necesario para nuestros prebostes convencernos de que las cosas iban bien y así nació la idea de convertir lo fútil en importante. Estábamos tan bien, que sufríamos todos del síndrome post-vacacional, incluso aquellos que, en realidad, el síndrome que padecían era el a-vacacional. Éxito indiscutible del “mercenariado mediático”.

Se me vino a la cabeza aquel agudo relato de Castelao de la obra de teatro, en cuyo primer acto una señoritinga rica lloraba desesperada la muerte de su perrito faldero despertando la compasión del patio de butacas que también rompía a llorar, mientras el paisanaje de gallinero se desternillaba de risa. En el segundo acto, era un labriego quien lloraba la muerte  de su vaca y era en el patio de butacas donde estallaba la carcajada mientras el gallinero se sumía en el llanto.

Hoy, el síndrome post-vacacional puede que exista, no seré yo quien lo niegue, pero estoy seguro que a todos nos daría mucho la risa, si la cosa no fuese para llorar.

A ver que se le ocurre ahora al “mercenariado mediático”.

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