Humildemente creo que los manifestantes del Barrio de Salamanca no pretenden poner en peligro la salud pública, aunque de hecho la pongan. Ellos solo se oponen a la generalización de medidas que, piensan, no son generalizables. Hay que confinar a la gente, evitar que se relacione y se toque, impedir que haya lugares donde el personal se concentre para trabajar o divertirse. Todo ello con el objetivo de frenar al virus y mantener operativa la sanidad. Los “salamánticos”, no cabe duda, comparten esto con cualquier gobierno. Pero, ¿de verdad hay que hacerlo con todos y de igual manera ?, se preguntan. Y no son imbéciles ni tontos que se dejen manipular por las “Ayusos” o los “Casados” de turno. Al contrario, son ellos los que manejan a los politicastros para que los apoyen en defensa de sus intereses. Intereses que para ellos son “derechos” adquiridos e históricamente consagrados, es decir, privilegios. Lo que tienen claro los insurrectos de Núñez de Balboa es que, en los confinamientos y restricciones “generales”, caben y deben caber excepciones. Es decir, las cuarentenas, restricciones y cautelas que se deben aplicar en todo Madrid han de hacerse compatibles con los privilegios del Barrio de Salamanca, por ejemplo. Esto no impide, aún en el caso de que lo pudiera retrasar algo, él éxito de la lucha contra el virus y salvaguardaría sin embargo una tradición y unos “derechos” vitalicios y respetables que “no hay razón alguna para suspender”. Esta es su lógica y además hay precedentes de ello. Por ejemplo, el jurista, Joaquín Boch, en su artículo “La rebelión de los pijos”, nos recuerda que “los aviones franquistas arrasaron buena parte de los distritos de Madrid, pero recibieron órdenes expresas de no bombardear el Barrio de Salamanca”. Y no por ello, añado yo, Franco perdió la guerra. Pues esto es lo que le reprochan al Gobierno los ínclitos y probos vecinos del Bario de Salamanca: que no haga compatibles sus privilegios con la lucha contra la pandemia. Y como son pijos, pero no imbéciles, se suben al carro de Ayuso y de Casado que están de los nervios. La una, por sus cagadas monumentales en la gestión de la lucha contra el virus en Madrid, y el otro, porque no encuentra sitio al aznarismo en la Casa de Tócame Roque que es la política española.
Los señoritingos españoles e “hijosdalgo” siempre han preferido la “ elegancia” de la beneficencia a lo “vulgar” de la solidaridad. Pero que se cuiden, porque pandemia y privilegios pudieran llegar a ser tan compatibles que no se pueda vencer a la una sin acabar con los otros.
Vanidosa pretensión de hacer eterno el privilegio, en la foto de LILA