El líder que con más certidumbre y seguridad podría llevar a la Moncloa al Partido Popular no es Alberto Núñez Feijóo, sino Juan Manuel Moreno Bonilla. Me parece.  A día de hoy la mayoría de la militancia del PP seguramente, pero con toda certeza aquellos cuadros y militantes del partido más lúcidos y bregados, estarían encantados con Moreno Bonilla a la cabeza. Bonilla, además de mejor líder, es también “el deseado” en su partido.

Feijóo tiene un estigma y un hándicap. El estigma es la marca del pupilaje y de la maniobra artera para avanzar en su carrera política. Y el hándicap es que ahora solo tendrá una oportunidad de llegar al poder y de imponer su liderazgo: las elecciones de 2023. Si las perdiera,  saldría de Génova por no entrar en la Moncloa y, si las gana pero no alcanza la presidencia, podrá aguantar unos meses pero, sus limitaciones para ejercer con solvencia la jefatura de la oposición, terminarán también expulsándolo de Génova. Y es que a Feijóo, de por sí, para subir los últimos escalones del poder, “no le da la falda”.

Su gran palanca siempre ha sido el pupilaje. Primero de Romay Becaría, que se lo traspasó a Manuel Fraga y fue éste quien lo designó para sucederle. En el partido primero, sin posibilidad alguna para nadie más, y luego en el poder gallego tras unas elecciones, que no se sabe muy bien si las ganó un PP recuperado de la ausencia del de Vilalba, o si las perdió el bipartito PSOE-BNG, desprestigiado por las luchas internas en la Xunta. Lo que sí quedó acreditado en aquella campaña electoral fue la enorme capacidad de D. Alberto para jugar sucio y embarrar el campo. Este estilo pronto podrán comprobarlo en España, si no lo han detectado ya.

Su capacidad para la maniobra artera de arrimarse al sol que más calienta, manteniendo siempre una reserva sigilosa para apuntarse oportunamente al caballo ganador, la demostró con creces el de Os Peares a la hora de elegir a Casado, apoyando la maniobra de Cospedal, y a la hora de defenestrarlo, presentándose como mediador, pero apoyando a Ayuso para colarse por el medio y entrar solo en la meta. Solo, siempre solo y sin contrincantes, porque Feijóo, por ser pupilo del mandarín de turno o por maniobrar con astucia, nunca se confrontó con nadie para ascender en el partido.

Feijóo en y desde Galicia, con un gran entramado mediático mercenario, cultivó y extendió una imagen de dirigente moderado y buen gestor, pero en realidad no es ni una cosa ni la otra. Es un neoliberal de libro: “fortiter in re” aunque trate de hacerlo “suaviter in modo”. Y es un nefasto gestor, como bien demuestra su paso por Galicia. En estos dos aspectos tan cacareados, nada tiene que hacer en comparación con Moreno Bonilla y esto, en el PP, lo saben y lo sienten. Por eso a Feijóo no se le dará más que la oportunidad 2023.

Feijóo, como líder de la oposición y cada día que pasa, se nota desorientado, titubeante, con meteduras de pata del principiante e intervenciones de pie de banco, sobre todo en sus sorprendentes propuestas o críticas económicas, que muestran un alto grado de desconocimiento o un nefasto trabajo de sus asesores. Mantras reaccionarios y estériles, como el recurso a ETA y al terrorismo, connivencia con la corrupción de su partido, contumacia en la apropiación indebida, uso partidista y abuso del tercer poder o la persistencia en el cultivo de amistades inconvenientes van erosionando precozmente la imagen del recién estrenado líder de la oposición.

A mí me parece que Núñez Feijóo decae y corre el riesgo de no ser otra cosa que el telonero de Moreno Bonilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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