Del acuerdo alcanzado para la mesa del Congreso creo que hay que decir dos cosas fundamentales para no despistarnos. La primera es que se trata de un acuerdo “ad hoc”, para la mesa, que puede facilitar, o no, otro acuerdo “ad hoc” para la investidura. Nada más pero nada menos.
La segunda cosa es que no se trata de un acuerdo de las izquierdas, sino un acuerdo entre demócratas: de las derechas e izquierdas nacionalistas, de los se dicentes socialdemócratas y de formaciones de la izquierda democrática. Nada más pero nada menos.
De este acuerdo y de la posibilidad, y puede que probabilidad, del siguiente creo que pueden extraerse dos lecciones: una para las derechas y otra para las izquierdas.
La lección para las derechas parte de que el PP, siendo electoralmente el primer partido, no alcanza la mayoría suficiente para gobernar, ni siquiera pactando con Vox y con pequeños partidos de su ámbito ideológico. Lo que quiere decir que la mayoría del Congreso y, sobre todo, la mayoría del país rechaza las posiciones de estas derechas españolas o, por mejor decir, de las derechas nacionalistas españolas o “españolistas”.
Principal razón de este rechazo mayoritario creo que tiene su raíz en un vicio o anomalía, de origen y de ejercicio, que pone en solfa o en almoneda la entidad y credibilidad democráticas del PP y, con mayor claridad, las de Vox. El vicio de origen está en el “pelo de la dehesa” franquista que los revisionistas del franquismo, con Manuel Fraga al mando, lograron mantener en las derechas españolas relegando o embridando a liberales, conservadores, cristianodemócratas y otras familias de centroderecha, que culminó en aquel momento del “traspaso sin tutelas ni tutías” de AP al PP.
Aznar recibió la herencia y, del vicio de origen se pasó al vicio de ejercicio, sin escrúpulos ni complejos. Y así “el pelo de la dehesa” franquista se mantuvo con los de Vox dentro, creció con Vox fuera, tras un “parto de los montes”, y florece dentro y fuera con pimpollos como Ayuso y Abascal. Aznar cayó estrepitosamente, arrastrado por su belicosidad de opereta al servicio de George W. Bush y por la utilización falsaria del peor atentado terrorista de la historia de España. Tras dos mandatos de Zapatero, recogió el testigo M.Rajoy. Se distanció éste de Aznar en lo personal pero, seguramente por su posición ideológica acompañada de su acomodaticia pereza, nada hizo por sanear a su partido de las hediondas bacterias franquistas que lo infectaban.
Y así llegamos a Feijóo, el gran bluf de la derecha, que palpa el rechazo democrático mayoritario a su partido y comprueba lo pírrico y parcial de su victoria electoral. Ese “olor danés” de la corrupción y ese pelo lacio y ajado de la dehesa franquista concitan la repulsa de la mayoría del país, a pesar de lo diversa, plural e incluso contradictoria que ésta resulta a veces.
La lección es que los liberales, conservadores, socialdemócratas o demo-cristianos o republicanos del centro-drecha de este país, con la excepción de vascos y quizá catalanes, están sin instrumento partidario útil y sin representación política cabal y suficiente. Y esto es malo para ellos pero también para el país, porque quedan fuera del juego político efectivo a amplísimos sectores y un gran número de gentes del centro y de la derecha democráticos.
La salida inteligente, democrática y consecuente con la realidad española del actual PP debiera ser da refundación del partido, la depuración de la extrema derecha de su seno, la recuperación de los demócratas conservadores, liberales y republicanos marginados y, naturalmente, la ruptura radical con Vox y con lo que se le pareciese.
Para una cosa así tienen poco tiempo. Cuatro años o quizá menos pero, creo que es posible y sería útil y exitoso. Lo que pasa es que esto ni Feijóo, ni Ayuso, ni personajes de este pelaje pueden hacerlo. Ni por capacidad, ni por idoneidad y posiblemente por carecer de voluntad e inteligencia políticas para verlo siquiera. Se impone, pues, o un relevo rápido en el PP o el impulso de una nueva formación que ocupe el espacio del centro y de la derecha democrática. Espacio hoy usurpado e inutilizado por los ultras de dentro y de fuera del Partido Popular.
Esta es la lección que, creo, debieran aprender las derechas. Pero también pienso que tienen mucho que estudiar y escaso tiempo para aprobar en el próximo examen. De la lección para las izquierdas también habrá que hablar.