En los años los cuarenta y cincuenta del pasado siglo, en casa de mis abuelos, no había ni luz eléctrica ni agua corriente. Igual que en todas las casas y pueblos de los alrededores. Recuerdo el ir por agua a la fuente, el subir a los cuartos de noche a la luz del candil pero, sobre todo, se me quedaron grabados los baños que me daba la abuela en una tina de zinc o de latón, que se me antojaba enorme. A veces en la habitación pero, cuando hacía frío, me bañaba en la misma cocina al calor de la lumbre. Yo de pie en la tina y ella con un paño blanco de estopa me enjabonaba de arriba abajo y de bajo arriba. Me frotaba, con especial detenimiento, los pies, las rodillas, el culo, los codos y las orejas, para finalizar vertiendo sobre la cabeza una jarra de agua más calentita que la de la tina que se había templado. Al finalizar, me secaba y me vestía, mientras una de mis tías se apresuraba a coger la tina para tirar el agua sucia. Era entonces cuando mi abuelo, que siempre estaba al quite, decía con sorna: “Aínda has de baleirar a auga co cativo dentro”.

Aquella frase del abuelo, pegada al recuerdo de aquellos baños, se me vino a la cabeza estos días ante el esperpéntico espectáculo, ya repetido hasta el hartazgo, entre prebostes, partidos y terminales mediáticas ante el enésimo caso de corrupción política y económica, esta vez especialmente miserable e ignominiosa. Una trifulca impresentable por ver quien se atribuye el mérito de vaciar la bañera pero, en realidad nunca tiran el agua sucia, solo la utilizan para salpicarse de mierda unos a otros.

Los lideres, los partidos más se dicentes de Estado, las más “sagradas” instituciones pringadas hasta las cejas, los mercenarios mediáticos y los “fans” de unos y otros, de seguir así de bronca en bronca y de impostura en impostura, únicamente conseguirán tirar el agua sucia de la bañera, pero con la niña dentro. La niña limpia de la democracia, de los derechos y de las libertades.

 

 

 

Comparte esta entrada