Si Vox entra en un gobierno de una autonomía,  en este caso Castilla-León, ganando así poder institucional, es evidente que será por la mala cabeza de los dirigentes del PP que lo han posibilitado y porque, por gobernar, pactan con la ultraderecha neofascista. Esto es lo fundamental y de ello no cabe duda.

Pero también será verdad que el PSOE será consentidor o cómplice si no ofrece al PP de Castilla-León la posibilidad de un “acuerdo de coincidencias programáticas y de garantías democráticas”, que le permita abstenerse en la sesión de investidura y posibilitar así, un gobierno del PP en solitario o con la inclusión de los partidos “provinciales”: un gobierno en minoría pero con estabilidad y con un claro carácter de centroderecha, pero sin concesiones antidemocráticas.

Las “coincidencias” no tienen por qué ir más allá de lo que les es común, al PP y al PSOE, en materia de derechos, de servicios públicos, de respeto y aplicación de las leyes vigentes y de bienestar social; y las “garantías democráticas” expresarían la oposición común  a políticas de desigualdad, racistas, xenófobas o contrarias a los derechos y a la emancipación de la mujer.

No se trataría tanto de establecer un cordón sanitario, que es más que nada defensivo,  cuanto de establecer  un acuerdo político, plenamente legítimo y honorable, entre dos partidos, llamados de Estado, que tratan de garantizar la gobernabilidad y de  impulsar la madurez  de la democracia.

El PP se redimiría, al menos en parte, de la pésima cabeza de Pablo Casado y su equipo y el PSOE cumpliría con su deber democrático y no sería consentidor y cómplice de un acto político de lesa democracia. Esto pienso.

 

 

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